Engels dominaba la espada con mucha más solvencia, y su complexión se lo permitía. Y si era rara la vez que se encontraba mal, Marx parecía estar constantemente al borde de sus capacidades intelectuales y físicas. "Nueve asignaturas me parecen demasiado y no me gustaría que hicieras más de lo que tu cuerpo y tu mente pueden soportar", le advirtió Heinrich, su padre, cuando comenzó la universidad. "Un alumno enfermizo es el ser más desafortunado de la tierra. Por lo tanto, no estudies más de lo que tu salud pueda soportar". Pero Marx no hizo caso, y adquirió el hábito de fumar, leer y trabajar hasta bien entrada la noche. La combinación de esa carga de trabajo con unas borracheras de órdago fue un cóctel casi mortal. Incluso muchos años más tarde, después de una "juerga de antología", Engels, fuerte como un toro, se iba a trabajar puntualmente a la mañana siguiente y completamente lúcido; Marx, en cambio, quedaba fuera de combate un par de semanas.
Tristram Hunt, de "El gentleman comunista".
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