«El laogai es muy común en China. Nadie habla de encarcelamiento. Se habla del laogai. Es el vasto sistema de reforma por el trabajo que existe en la República Popular China. Lo creó el Partido Comunista bajo la dirección de Mao Zedong, y servía entonces y sirve hoy como un instrumento de la dictadura para detener y encerrar tanto a los disidentes políticos como a los criminales. Lao significa trabajo; gai, reforma, lavado de cerebro.»
«Usar a los prisioneros como fuerza barata de trabajo, incluso gratuita, en manos del Partido Comunista y reformar a los reos a través del trabajo duro y el adoctrinamiento político. Desde el punto de vista económico, se explota a los prisioneros para financiar con divisas el régimen comunista. En 1991, el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley que prohibía las importaciones de productos cultivados en campos de trabajo forzado. Y los chinos dicen que no lo hacen, que los productos de los campos laogai no son para exportación. Pero en realidad, sí. Lo que pasa es que son exportados indirectamente. Las empresas de laogai son los productores, pero no los venden directamente al extranjero, sino a una compañía de comercio estatal, y ésta, a su vez, los venden en el extranjero. La gente debería ser consciente de que, cuando se compra un juguete made in China, en muchos casos se están comprando las lágrimas y la sangre de un preso.»
Primero conocimos los campos de exterminio nazis, después el gulag ruso y ahora el Laogai chino. No hay diferencia salvo la geográfica y la cronológica, aunque algunas coincidieron en el tiempo. Améry aseguraba que los campos de exterminio nazis se diferenciaban del gulag en que en los primeros se intentaba exterminar una raza. Puede ser, pero la consecuencia es la misma: la destrucción del ser humano. Se le despoja ya no de todos sus derechos, se le despoja de toda su humanidad. De ahí que tenga la misma impresión un superviviente de un campo nazi (como fue Primo Levi) como lo tiene un superviviente del Laogai (Harry Wu), los mejores murieron, los héroes perecieron.
No concibo cómo el Lehendakari Ibarretxe comparó a China y a España, asegurando que no comprendía cómo dos naciones tan grandes tenían miedo a otras tan pequeñas (como el tíbet y el país vasco). Es de una ceguera moral sorprendente.
«Usar a los prisioneros como fuerza barata de trabajo, incluso gratuita, en manos del Partido Comunista y reformar a los reos a través del trabajo duro y el adoctrinamiento político. Desde el punto de vista económico, se explota a los prisioneros para financiar con divisas el régimen comunista. En 1991, el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley que prohibía las importaciones de productos cultivados en campos de trabajo forzado. Y los chinos dicen que no lo hacen, que los productos de los campos laogai no son para exportación. Pero en realidad, sí. Lo que pasa es que son exportados indirectamente. Las empresas de laogai son los productores, pero no los venden directamente al extranjero, sino a una compañía de comercio estatal, y ésta, a su vez, los venden en el extranjero. La gente debería ser consciente de que, cuando se compra un juguete made in China, en muchos casos se están comprando las lágrimas y la sangre de un preso.»
Primero conocimos los campos de exterminio nazis, después el gulag ruso y ahora el Laogai chino. No hay diferencia salvo la geográfica y la cronológica, aunque algunas coincidieron en el tiempo. Améry aseguraba que los campos de exterminio nazis se diferenciaban del gulag en que en los primeros se intentaba exterminar una raza. Puede ser, pero la consecuencia es la misma: la destrucción del ser humano. Se le despoja ya no de todos sus derechos, se le despoja de toda su humanidad. De ahí que tenga la misma impresión un superviviente de un campo nazi (como fue Primo Levi) como lo tiene un superviviente del Laogai (Harry Wu), los mejores murieron, los héroes perecieron.
No concibo cómo el Lehendakari Ibarretxe comparó a China y a España, asegurando que no comprendía cómo dos naciones tan grandes tenían miedo a otras tan pequeñas (como el tíbet y el país vasco). Es de una ceguera moral sorprendente.
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