lunes, 2 de junio de 2008

El final de la pobreza

Escribía ayer Mario Vargas Llosa en El País. Ha encontrado, por mediación del libro 'Lessons from the Poor' editado por su hijo, cómo acabar con la pobreza: trabajo, propiedad privada, mercado y libertad. Una lástima que sea mentira y además bastante repugnante no sólo por lo errada, y manida, sino por lo que conlleva.
Al parecer, en el mencionado libro se repasan cuatro vidas de hombres nacidos en la pobreza pero que han sido capaces de amasar una ingente fortuna. Trabajo, propiedad privada, mercado y libertad. Mario Vargas LLosa se centra en uno de esos casos, el de Aquilino Flores que huérfano de padre a los 12 años, sin estudios, completamente pobre, marchó de su Huancavelica natal a la capital del Perú, a Lima. Allí, y tras muchos esfuerzos, ahora es un gran empresario. Trabajo, propiedad privada, mercado y libertad. Aquilino "era empeñoso, inteligente y con una intuición casi milagrosa para identificar los gustos del público consumidor" gracias a lo cuál es lo que es ahora. Inteligente e intuición milagrosa no parecen atributos que emanen ni de la libertad, ni del trabajo, y mucho menos de la propiedad privada o el mercado. Por lo menos se podría ahorrar el milagro o si no convertir la ecuación de cuatro en un quintento añadiendo a algún tipo de deidad otorgadora de atributos cuasi milagrosos.
Es cierto, Aquilino salió de la pobreza entre otras cosas gracias a trabajar 14 horas al día pero muchos en su misma situación a pesar de trabajar las mismas o más horas no consiguen abandonar su estado de pobreza. Además, que para mantener unas condiciones de vida aceptables para cualquier persona se deba renunciar a todo lo que no sea trabajar no creo que deba de ser planteado como objetivo a lograr, más bien lo contrario. Hay que acabar con las condiciones de la pobreza pero el mercado se aprovecha de esas condiciones y la propiedad privada sólo sirve para los que tienen algo. Y si a la libertad a la que se refiere Vargas Llosa es la liberal, es decir, la libertad como no interferencia, también nos encontramos ante una herramienta inútil para acabar con la pobreza. El trabajo, sobre todo si no está bien remunerado (como suele serlo), es difícil que sirva para otra cosa que para seguir vivo al día siguiente y poder ganar lo suficiente para pagarse otras 24 horas de vida. Así que sólo nos queda el milagro. Semejantes alforjas para este viaje.

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