El País de hoy publica un artículo de André Glucksmann (no es nada particular, ya lo ha hecho anteriormente) cuya idea principial parece ser la siguiente: ante el radicalismo de Hamas que desea la desaparición del Estado de Israel, que usan piedras porque no pueden usar aviones de combate... no se le puede exigir a Israel que actúe de otra forma de lo que lo hace. Hablar de proporcionalidad es un absurdo ya que cualquier conflicto (Glucksmann añade que serio) es desproporcionado desde el principio.
Creo que tiene razón, ¿cómo se puede medir la proporción? Una escala de 1 a 1 (un palestino muerto por cada judío muerto) sería igual de desproporcionado que cualquier otra medida.
Lo que no entiende el filósofo francés es que no se trata de eso. No se habla de esa proporción, y parece que quisiera entrar en una disputa semántica para evitar considerar lo que está sucediendo. Independientemente de cómo actúe el enemigo, porque aceptamos que lo hay, aceptamos que quiere la destrucción de Israel y de todo lo que representa, el actuar de un Estado democrático (¡ay!) debe estar regulado por una serie de normas y ¡sí! al transgredirlas es cuando se entra en el campo de la desproporción. No respecto del actuar del enemigo sino en comparación a cómo debería actuar el Estado en cuestión.
En respuesta al lanzamiento de misiles por parte de Hamás es desproporcionado que el Estado Israelí corte el suministro de luz a toda la población palestina, que deniegue los permisos de salida de la franja de Gaza a las personas enfermas que necesiten tratamiento médico o que directamente bombardee el nucleo urbano sin importarle la población civil que vaya a morir. Un Estado que sistemáticamente asesina no ya sus enemigos, sino a los que están a su lado, no ya a combatientes sino a niños..., será eso, un Estado que asesina.
Es cierto que entre otras muchas cosas. Puede ser socialmente abierto, tener unos servicios públicos universales, ser atacado sistemáticamente por un grupo terrorista y además asesinar. No tiene por qué ser excluyente. Sea lo que sea Israel, es, además, un Estado democrático que asesina población civil. Y la desproporción que grita la opinión internacional que cita Glucksmann (y que él no entiende) se refiere a eso, a considerar que un Estado democrático no puede asesinar.
Creo que tiene razón, ¿cómo se puede medir la proporción? Una escala de 1 a 1 (un palestino muerto por cada judío muerto) sería igual de desproporcionado que cualquier otra medida.
Lo que no entiende el filósofo francés es que no se trata de eso. No se habla de esa proporción, y parece que quisiera entrar en una disputa semántica para evitar considerar lo que está sucediendo. Independientemente de cómo actúe el enemigo, porque aceptamos que lo hay, aceptamos que quiere la destrucción de Israel y de todo lo que representa, el actuar de un Estado democrático (¡ay!) debe estar regulado por una serie de normas y ¡sí! al transgredirlas es cuando se entra en el campo de la desproporción. No respecto del actuar del enemigo sino en comparación a cómo debería actuar el Estado en cuestión.
En respuesta al lanzamiento de misiles por parte de Hamás es desproporcionado que el Estado Israelí corte el suministro de luz a toda la población palestina, que deniegue los permisos de salida de la franja de Gaza a las personas enfermas que necesiten tratamiento médico o que directamente bombardee el nucleo urbano sin importarle la población civil que vaya a morir. Un Estado que sistemáticamente asesina no ya sus enemigos, sino a los que están a su lado, no ya a combatientes sino a niños..., será eso, un Estado que asesina.
Es cierto que entre otras muchas cosas. Puede ser socialmente abierto, tener unos servicios públicos universales, ser atacado sistemáticamente por un grupo terrorista y además asesinar. No tiene por qué ser excluyente. Sea lo que sea Israel, es, además, un Estado democrático que asesina población civil. Y la desproporción que grita la opinión internacional que cita Glucksmann (y que él no entiende) se refiere a eso, a considerar que un Estado democrático no puede asesinar.
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