Mariluz me estaba esperando en mi cuarto; mis compañeros de piso la habían dejado entrar. Nada más verla le dije:
- Creo que no podría soportar la intrusión colosal, el allanamiento que supone el lenguaje.
Y ella se río un poco y yo también, y luego nos quedamos mirándonos, sin decir nada, sólo mirándonos a los ojos. No sé cuánto tiempo. Hasta que dijo:
-No puedo más de sueño, ¿nos metemos en la cama?
-Sí
La abracé y me dormí pensando que a lo mejor un día, a su debido tiempo, nosotros sentíamos también esa felicidad de estar juntos, a pesar de todo; algún día, esa felicidad de quererse, a pesar de los destrozos de ahora mismo.
Luisa Etxenike, de "El detective de sonidos" (Libros de Pizarra)
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