viernes, 15 de enero de 2010

ATERPE DONOSTiA:ENTREViSTA CON POTTOKO




Se trasladaron a la calle Easo, al centro de Donosti. Cuando le hicimos a su responsable "Pottoko" (José Antonio Lizarralde) la entrevista, estaban aún en la parte vieja donostiarra, detras de la iglesia de Sata María y en las faldas de Urgul, en el camino que sube a la casa del guarda. Pottoko es una persona increible, llena de fuerza y llevando a cabo uno de los proyectos más necesarios  y admirables en la ciudad: Aterpe. Esta entrevista fue publicada en la revista de Gatza Solïloquïo, en el número F pero pensamos que no está de más volver a publicarla, ahora en nuestro blog. Y es que el problema de raíz persiste, y seguirá persistiendo mientras el orden de la ciudad siga siendo el que es, gobernado por una mentalidad y unos intereses que avocan a montones de personas a la exclusión y a la pobreza.




Le gusta que le llamen Pottoko. Es el responsable del comedor social ATERPE de Cáritas, situado en la parte vieja de San Sebastián. Su nombre real, José Antonio Lizarralde. Nos recibe cordial y abierto, atento y cariñoso como siempre. Pottoko forma parte de esas elegidas personas que mecen a su interlocutor en el discurso siendo capaz de transmitirle su energía y su entusiasmo arrolladores. Entusiasmo de quien cree en lo que hace y se compromete en cuerpo y alma.




-¿Podría describir, a grandes rasgos, qué es ATERPE?




ATERPE comienza su andadura en enero de 1.990 como centro de baja exigencia para los más desfavorecidos, las personas “sin hogar”, los últimos de los últimos. Su objetivo es la acogida y acompañamiento a toda persona en estado de necesidad de cara a hacer un proceso personal para conseguir el mayor grado de autonomía o en su caso una reducción de daños. Esto irá en función de las capacidades, recursos, del deterioro que presente la persona…así como de los recursos que le ofrezca la sociedad.




Deseamos que ATERPE sea un lugar de sólidos pilares estructurales para el colectivo sin hogar, una especie de manantial del que puedan beber sentimientos y estados emocionales que no conocen en otros lugares de carácter general y normalizado: pertenencia al grupo, igualdad entre pares, apoyo personal, respeto a la particularidad de sus vidas y sus creencias…ese conjunto de sensaciones que provienen del contacto con los otros y que van generando en cada persona tanto la formación de su propia imagen como la mirada con la que percibe su propia vida.




-¿Qué servicios ofrece?




Ofrece los servicios de alimentación, duchas, ropero, lavandería, peluquería, enfermería, alojamiento y escucha. Estos servicios son llevados a cabo por voluntariado, personas muy organizadas, comprometidas y que cumplen eficazmente su tarea. Asimismo, durante el verano y Navidad participan Campos de Trabajo que relevan a los voluntarios habituales. Además del personal voluntario contamos con un equipo de personas contratadas para realizar los servicios de Acogida, Acompañamiento y Seguimiento personalizado.




-¿De cuántos voluntarios estaríamos hablando aproximadamente?




Alrededor de unos 160.




-¿En serio? ¡¿160 voluntarios?!




Sí, las personas contratadas son seis, cuatro a jornada completa y dos a jornada parcial. Y sí, contamos con 160 voluntarios, que atienden a los diferentes servicios que ofrece el centro (limpieza, ropero, enfermería, peluquería…). No hallo palabras suficientes para elogiar la labor de las personas que componen nuestro equipo de voluntarios, pues son ellos quienes mantienen y sustentan de forma impecable este servicio, derrochando con extrema generosidad no sólo eficacia, sensatez y profesionalidad, sino afecto, calor humano, solidaridad, optimismo y alegría. Afortunadamente, tanta grandeza se ve recompensada en sí -según ellos mismos relatan- con la experiencia de compartir vivencias con la gente de la calle, con ese lado oscuro de la sociedad y de nosotros mismos. Además hay algo que quiero recalcar: los voluntarios son parte del proyecto, no algo añadido, son parte sustancial de ATERPE, y su nivel de compromiso es total. En este sentido yo, como responsable, no hago distinciones en cuanto a personal contratado o voluntario, todos estamos en el mismo barco. Es más, si no fuera por la gran cantidad de voluntarios que tenemos este proyecto no podría salir adelante, así que son ellos, en gran medida, quienes lo mantienen vivo.




-¿Cuáles son los objetivos de ATERPE?




Se pueden resumir en cuatro:



  1. Partiendo del servicio de atención de necesidades básicas o primarias (alimentación, higiene, vestido y atención sanitaria, etc.) acoger y atender a cada miembro del colectivo sin hogar en toda la complejidad de su problema social y humano.








  2. Fomentar la autoestima en cada persona que acude al centro, manteniendo y fortaleciendo sus aspectos positivos y favoreciendo el sentimiento de la propia dignidad para, a partir de ella, emprender el camino de recuperación y evolución personal.








  3. Propiciar hábitos de convivencia y relación, tanto desde el establecimiento y respeto a normas definidas como desde el aprovechamiento de la comunicación entre iguales y el aprendizaje del empleo positivo del tiempo libre y el ocio.








  4. Concienciar a la sociedad de los problemas que arrastra este colectivo, divulgando sus características, circunstancias y necesidades a través de documentos de toda índole, charlas, material didáctico y medios de comunicación en general.









-A ATERPE llegan personas sin hogar, los llamados “sin techo”, con un cargado bagaje de abandono y fracaso




Las personas sin hogar unen a su mayor o menor falta de recursos personales la carencia de referencias sociofamiliares positivas o de apoyo afectivo por parte de un grupo emocional sólido. Haber llegado hasta tal punto de pérdida socioafectiva es el resultado de toda una larga cadena de frustraciones y fracasos. En general, sus trayectorias vitales son una continua pérdida en el doble sentido del término, derrota y extravío: han perdido toda batalla, todo intento por llevar no ya una vida normalizada sino incluso la vida fronterizadamente marginal y controlada que para sí imaginaron. Entre tanto han ido abandonando en el camino familia, trabajo, vecinos, comunidad, atenciones primarias, objetos, recuerdos, lazos, amigos, amistades, estudios, así como ilusiones, apoyo afectivo, autoestima, juventud, oportunidades... En ese proceso ha habido intentos y esfuerzos verdaderos por parte de la persona afectada y por toda su red de relaciones para salir e incorporarse a su medio pero por motivos personales, familiares y socioculturales no pudo ser. Cada paso malogrado ha supuesto, además, un descenso de peldaño en la selectiva escala social. Si están en el presente como están y donde están es porque no quedan peldaños por bajar.




-¿Y en cuanto a las causas?




En ello intervienen complejos factores personales, familiares y socioculturales, sobre los que no podemos detenernos, pero hemos de recordar que los valores de la posmodernidad (competencia, rapidez, eficacia, poder, imagen…) repercuten negativamente en los individuos y en las clases más débiles, impidiéndoles una correcta socialización e integración que les arrastra a caer –sin recursos psicosociales ni sólidos puntos de apoyo- al otro lado del sistema, el de la exclusión social y la desintegración personal.




Este espaldarazo por parte del sistema va gestando lentamente en la persona desterrada todo un síndrome o cuadro polivalente de problemas psicosociales que se traducen finalmente en una aguda disfunción social, en una incapacidad para adaptarse a una vida normalizada, regulada, coherente, autónoma.




A su vez, las alteraciones de la personalidad y el comportamiento acarrean unas condiciones de vida absolutamente deficitarias que –según nos muestran nuestros años de experiencia en este campo- tienden a convertirse con frecuencia en desordenes y trastornos crónicos, irreversibles, irrecuperables.




-Háganos un perfil del colectivo sin hogar




Sus condiciones de vida son a todas luces deficitarias: poseen en general un bajo nivel de estudios y de ingresos, carecen tanto de ocupación laboral como de actividades de ocio y tiempo libre, su salud está quebrada y sus relaciones sociales son cualitativamente limitadas en tanto que se relacionan principalmente con personas de sus mismas características. Presentan en resumen pésimas condiciones para llevar a cabo una vida autónoma y satisfactoria. Desequilibrados emocional y psíquicamente, sin apoyos familiares o sociales sólidos, politoxicómanos, desarraigados, estigmatizados, sin capacidad económica, solos, enfermos…los integrantes del colectivo sin hogar han sido durante años objeto predilecto y fundamento de ese concepto tan confuso y resbaladizo de la integración o inserción social.




-¿Nos podría aclarar un poco esto último que ha dicho acerca de lo confuso del término “inserción social”?




Nuestra experiencia pone de manifiesto que los importantes deterioros psicosociales (desequilibrio emocional, ruptura familiar y social, politoxicomanía, falta de recursos personales, enfermedades físicas y psíquicas…) que padecen estas personas no permiten su recuperación o superación hasta los límites que una normalización social exigiría. Esta desestructuración personal, resultante de muchos años de recorrido vital negativo, es lo que hemos venido en llamar pobreza humana, indicando con ello la falta de recursos personales sobre los que poder asentar cualquier intento de integración social. Por lo general, la recuperación o normalización de estas personas resulta entonces –hay que decirlo honradamente- tremendamente difícil y limitada: sólo un número muy reducido de personas, aquellos que presentan un menor deterioro psicosocial, lazos familiares y/o una cierta red social, podrán plantearse como posible su recuperación o normalización. Pero para el resto del colectivo la integración social es una utopía.




Existe bajo la idea de “inserción social” un principio mucho más indirecto y velado que pocas veces se menciona y del que es necesario ser conscientes para establecer una eficaz línea de trabajo: se presupone, para comodidad del sistema social, que la inserción es una lejana meta, compacta, impertérrita, inamovible, que el sujeto inadaptado debe conquistar. El esfuerzo, el movimiento, la marcha, tiene por lo tanto un único sentido, una sóla dirección, un solo agente activo sobre el que recae toda responsabilidad y desvelo: el propio excluido. Mientras tanto el sistema queda liberado de culpa, disculpa y responsabilidad, de cualquier gesto hacia el encuentro, de toda obligación hacia la acogida o el cambio; así, su status quo no sólo se asienta y se solidifica sino que, apartados del camino los más débiles, el juego social tiene alas para hacerse día a día más complejo y sofisticado. En efecto, percibimos claramente que con el paso de los años se vuelven más exigentes y complicados los requisitos que una vida normalizada exige: la meta a la que teóricamente debería optar nuestro colectivo se distancia paulatinamente de su realidad. Con ello, la cumbre a la que teóricamente debería ascender nuestro colectivo se va alejando de él cada vez más y más.




-Una de las piedras angulares de la integración ha sido siempre la inserción laboral ¿cuál es su opinión al respecto?




Si a nuestras gentes les resulta difícil acceder y mantenerse en servicios de atención o ayuda social, diseñados expresamente para personas con problemas, imaginemos lo que puede ser el mundo laboral, diseñado expresamente para la producción y la rentabilidad. La pobre formación y la estigmatización social que conceden –por ejemplo- el paso por la cárcel o los anticuerpos del sida, son ya impedimentos para acceder a cualquier empleo, pero incluso si este acceso al mercado laboral tuviese lugar, no llegaría lejos: la empresa no puede permitir en su engranaje empleados de salud quebrada, que deban ausentarse con frecuencia, irregulares, y con –por ejemplo- temas judiciales pendientes o indicios de consumos ilegales en su tiempo libre.




-Cáritas ofrece como opción una serie de talleres ocupacionales…




Sí, en este campo, como en muchos otros, encontramos que existen tan sólo talleres –es el caso de LAMORUS- o comunidades de carácter cerrado y creados específicamente para estos colectivos marginales, los cuales –aunque admitiendo su valor positivo y humano- se agotan en sí mismos y están condenados a perpetuarse como centros endogámicos cuyos miembros fracasan -algo tan frecuente en sus vidas- si tratan de abandonarlo para dar el salto al mundo laboral de libre mercado. Tal salto hacia la integración efectiva sólo podría darse si las empresas de libre mercado contaran con mecanismos de integración para dichas personas (permisividad de faltas y ausencias -justificadas-, exigencia laboral subordinada al desarrollo personal, generar red social, acompañamiento, control y apoyo psicoafectivo constantes…) algo que nos consta muy lejos de ser realidad.




-Y frente a la “inserción social” ¿cuál sería su propuesta?




Abandonando el concepto de inserción o integración, hemos propuesto en su lugar el concepto de promoción. Este concepto parece mucho más ajustado a la realidad de nuestro trabajo y a las particularidades de nuestro colectivo. Por de pronto, implica el abandono de una meta y objetivo genéricos. La inserción ha sido concebida tradicionalmente como un punto de superación al que debían converger todos aquellos que desearan abandonar una vida marginal. Frente a este proyecto categórico, la promoción establece cotas de desarrollo individualizados: cada persona deberá tratar de alcanzar su máximo grado de desarrollo y autonomía, dependiendo de sus propias capacidades, recursos, deseos, circunstancias…Algunos podrán entonces proponerse la inserción como objetivo personal y otros optarán por objetivos más modestos y acordes a la realidad.




Por nuestra parte, si nosotros hemos abandonado esta línea de acción integradora es porque confiamos y proponemos otra que se nos asemeja mucho más acorde al colectivo y que nos devuelve todo el entusiasmo y el optimismo que las acciones sociales exigen.




A pesar de las muchas mermas psicosociales que las personas sin hogar presentan, todas ellas conservan a nuestros ojos una dignidad que las ennoblece. Precisamente estas historias y vivencias que las han excluido del sistema les otorgan una integridad humana que es preciso respetar, aprovechar y fomentar en su propio favor, que -curiosamente- es también el nuestro.




Decantamos entonces nuestra imagen al respecto y, por ir ciñéndonos al trabajo diario, establecemos que la primera noción que alimenta nuestra actuación es la aceptación de estas personas. Un principio tan básico y aparentemente tan elemental nos aleja nuevamente del concepto de la inserción, pues ésta exige una negativa del estado presente a favor de un estado futuro de carácter positivo. Nosotros, reconociendo en su justa medida los factores deficitarios que arrastra toda persona sin hogar, admitimos –sin prejuicios ni reproches- su diferencia e idiosincrasia y tratamos de construir gradualmente a partir de ellas.




Nuestra propuesta de promoción personal frente a la inserción nos coloca en el establecimiento de objetivos a cortísimo plazo; no sabremos establecerlo con exactitud, pues dependerá de cada caso particular, pero tal vez no excedan de las veinticuatro horas… o de los próximos veinticuatro minutos. Hemos dicho que estas personas no son capaces de realizar esfuerzos prolongados, así que resulta conveniente planificar sólo el día a día, el momento a momento estableciendo a cada instante el compromiso de que sea –al menos por parte de ATERPE- un instante de calidad humana, un momento satisfactorio.




-Para acabar ¿podría hablarnos un poco de sus últimos proyectos: la “Sala de Noche” y “Eutsi”?




La Sala de noche es un servicio de Cáritas que nació desde ATERPE para atender una necesidad detectada en el colectivo de la gente sin hogar. Se trataba básicamente de crear y ofrecer a ciertas personas un espacio de recogimiento y el acompañamiento en momentos puntuales de conflicto interno o desamparo ante la llegada de la noche. Esta línea de actuación recién señalada implica ya de entrada que es un servicio de circunstancias, dirigido sólo a un sector muy concreto y que se encuadra en un proyecto de promoción personal previo. No es, por lo tanto, un servicio abierto sino cerrado e intimista. Está básicamente dirigido a personas a quienes su personal trayectoria de consumo, su deterioro psicofísico, su debilidad endémica, así como también un sistema social excluyente en función de las capacidades, estructuras personales, tenencia material… han obligado a una ruptura con su entorno inmediato: desarraigadas de todo lazo social, incapaces de mantener cualquier relación interpersonal estable, viven en soledad.




Tampoco podemos olvidar a aquellos para los que esta falta de calidad de vida es incluso un camino sin retorno posible: son enfermos sociales crónicos, no tienen ya otra alternativa ni otra salida. Así este centro asume para ellos una función de cobertura, de contención y de protección, al mismo tiempo que detecta la exigencia de nuevas líneas de intervención.




Las personas sin hogar, por definición, viven literalmente en la calle. El hecho de que acudan a ATERPE les otorga una garantía mínima de subsistencia y cobijo. Encuentran aquí en definitiva, uno de los pocos lugares para la relación entre iguales, lo que les otorga un cierto sentimiento de pertenencia. Aquí viven una relación de respeto, de aceptación de su persona y de sus circunstancias; más allá de la pena y la lástima que provocan sus figuras perdedoras, la acogida desde la solidaridad profunda y tratamiento que les deparan este centro les permite tomar conciencia de su situación real. Muchos de ellos se limitan a este único encuentro como compromiso diario y personal en un mundo rutinario de marginalidad y vagabundeo. Otros, sin embargo, acuden a ATERPE como parte de un proyecto de mejora de calidad de vida que engloba otra serie de aspectos y de autoexigencias. Unos y otros afrontan la llegada de la noche de manera diferente. Para los primeros la noche significa simplemente el alargamiento del día, para los segundos es un momento de alta vulnerabilidad: la noche les produce miedo, no saben ni pueden enfrentarse a ella, existen ocultos peligros (agravamientos, soledad, enfrentamientos físicos, encuentros policiales…) que reclaman un tiempo y un lugar de protección. Cáritas no pudo pasar por alto este hecho: por ese motivo nació nuestra sala de noche.




A diferencia de un albergue, este lugar es un resguardo puntual, un refugio afectivo para la meditación y la renovación de energías positivas, un espacio para el encuentro, la relación, la motivación, la generación de ilusiones y confianzas donde se potencia la actitud de escucha y acogimiento, el acompañamiento en la soledad. La evidencia de que frente al acomodo físico se busca el acomodamiento espiritual queda reflejado en el hecho de que el centro no dispone de camas, sino de hamacas o tumbonas, apropiadas para la reflexión, el diálogo y el ensueño. No proponemos un espacio para dormir, proponemos un lugar para descansar, para proteger, para salvaguardar. Sólo de este modo podremos acceder a la reducción de nuevos daños y deterioros personales; sólo así podremos seguir sustentando sin quiebra el desarrollo de la autopromoción.




En cuanto a “Eutsi”, se trata de un proyecto novedoso de carácter finalista, es decir, que a los que acuden no se les pide o se les exige que entren en ningún proceso de promoción a priori. Se trata de los “marginados de la marginación” o “muertos sociales”. Los rotos entre los rotos. Evidentemente los objetivos a seguir con este grupo de personas debe ser muy básico: higiene, medicación, alimentación, vestido. Pero por encima y dando sentido a todo esto, está el ofrecerles un espacio humano donde poder encontrarse con el otro, y donde puedan interactuar, convivir, y ser atendidos como lo que son: seres humanos. No hay exigencias para los que acuden; cada hora tienen la posibilidad de beber un vaso de vino u otra cosa. Entretanto, en el espacio compartido, se trata de hacer cosas: charlar, leer la prensa, compartir vivencias, interactuar, en definitiva y salir de la invisibilidad a la que están sometidos. Del no ser marginal a la existencia de vida con los demás, de esto se trata. Lo único que se les pide es que vayan al médico una vez al mes y que sigan sus prescripciones: toma de medicamentos, etc. Por lo demás, sólo se pide su asistencia. Se les ofrece así un espacio humano, un lugar donde estar, y estar con otros, donde poder hablar y donde puedan ser escuchados, un espacio al que puedan pertenecer. 

 

6 comentarios:

Juanma Uría dijo...

Un hombre "BUENO". En estos tiempos donde el cinismo lo contamina casi todo, es del todo higiénico conocer a personas como Pottoko. Si quieres "recargarte", hazle una visita. Su arrolladora energía es cautivadora. Su compromiso ejemplar. Y su sencillez le engrandece.

Eva dijo...

Yo tambien fui voluntaria en aterpe! espero ir pronto a Donosti y haceros unavisita saludos a todos!!

Anónimo dijo...

que asco. cuanta corrupcion. ya proteste en un texto como este hace casi un año y lo habeis borrado. Sois asquerosos. Aterpe es una entidad nefasta y aunque recibe subvencion publica en conscepto de reinsercion social, da las camas a quien percibiendo la renta social o invalidez, puede pagar 200 euros a cambio de esta cama. No es descriptible. Sois unos grandisimos hijao de la gran puta.

Anónimo dijo...

anonimo, una sola cosa, en este blog hasta la fehca no se han borrado comentarios, a lo mejor es que ya no sabe ni donde comenta y lo mezcla todo en su incorruptible cabeza.

atentamente,
el director del banco

JUANMA URÍA dijo...

Al anónimo penúltimo:
Gracias por lo de "hijao" de la gran puta. El anonimato tiene estas cosas, que uno puede insultar impúnemente. Pero está bien. No conozco tu caso personal, que no dudo que será terrible. Nosotros, como grupo Gatza, nunca jamás hemos borrado un texto, o sea que, o mientes, o te has equivocado, porque muy bien podríamos haber borrado este último. No voy a entrar en tu calificación de Aterpe, que es la tuya y bien democráticamente la has vertido. Sin embargo, sí conozco a Pottoko, y éste no tiene nada de corrupto, todo lo contrario, deja su salud en el camino por lo que hace. En fin. Que espero sinceramente que te vayan bien las cosas. Muy sinceramente tuyo, el "hijao" de la gran puta,
Juanma Uría.

Ignacio dijo...

He estado leyendo este artículo y al ver los comentarios me he quedado un poco impresionado con el del tonto ese que se queja por vicio!Haber, maldito bastardo, a ti te irán muy bien las cosas (o no, poruqe siendo así me cuesta creerlo), pero hay a gente que no, y gente a la que se le puede ayudar, y eso es lo que se intenta hacer. Si no te gusta, no ayudes, pero tampoco critiques. Ya me gustaría verte en la calle chupando frío!Haber si abres un poco esa mente prehistorica que tienes, dejas el capitalismo a un lado y miras un poco más por el que está al lado tuyo.
En relación al texto, no tengo nada que ver con Aterpe y me ha dejado impresionado. No sabía mucho sobre el tema y me he quedado satisfecho al leerlo. Me parece que estáis haciendo una labor muy grande. Seguir así, tenéis todo mi apoyo y el de muchos más. Saludos a todos, menos al egoísta de ahí!A él le mando un fuerte abrazo!!já!