Al regresar a casa, he encontrado en un periódico unas sorprendentes declaraciones de Bernardo Atxaga, donde el escritor vasco dice que está sin ganas de escribir: "Despúes de veinticinco años de carretera, como dicen los cantantes, las ganas de escribir son cada vez más difíciles de encontrar".
Atxaga, pues, tiene los primeros síntomas del mal de Bartleby. "Hace poco -comenta-, un amigo me decía que hoy en día para ser escritor hace falta más fuerza física que imaginación". Son, a su modo de ver, demasiadas entrevistas, conferencias y presentaciones ante la prensa. Se plantea hasta qué punto tiene que estar el escritor en la sociedad y en los medios de comunicación. "Antes -dice- era inocuo, pero ahora es fundamental. Percibo una atmósfera de cambio en el ambiente. Veo que desaparece un tipo de autores, como Leopoldo María Panero, que antes se podían situar en una especie de Salón de los Independientes. Ha cambiado, también, la forma de dar publicidad a la literatura. Y la de los premios literarios, que son una burla y un engaño."
A la vista de todo eso, Atxaga se plantea escribir un libro más y retirarse. Un final que al escritor no le parece nada dramático. "No tiene por qué ser triste, es sólo una reacción ante el cambio". Y acaba diciendo que volverá a llamarse Joseba Irazu, que era su nombre cuando decidió darse a conocer con el pseudónimo de Bernardo Atxaga.
Me ha encantado el gesto rebelde que contiene su anuncio de retirada. He recordado a Albert Camus: "¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no".
Enrique Vila-Matas, de "Bartleby y compañía"
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