Dejo al primer poeta de la Naturaleza sobre el Dual. Jazmín, la guitarra loca, me late venenosamente en el cuerpo, su piel cenagosa y la boca oscura como un pozo de sangre. Mi cabeza apoyada en el blanco y negro de Hendrix, el tronco enredado y los coritos pies en el techo. Pessoa me lo había separado todo, piedras y plantas en su lugar, yo aquí. La aguja de diamante en la corteza negra de Coltrane, sulfúrico a todo volumen. El disco salta en una nota increíblemente grave, Coltrane rayado como un preso, el saxo con voz de ofidio herido y mis sienes estrechándose. Mi cuerpo entra en Jazmín, mi carne rota hincada a la madera. El póster de Jimi jadea en mi nuca, ah, su aliento de perro y ángel. No puedo respirar, me arde la cerviz y cada fibra del alma metálica de Jazmín en los trastes. ¡Horrible disnea!... ¿Pero las guitarras respiran? No, no me hacen falta los pulmones, ni corazón ni mente. Distinguidme ahora que exploto. Astillas de música en la pared.
Félix Francisco Casanova, de "El don de Vorace".
No hay comentarios:
Publicar un comentario