Siempre me pasa que, al llegar al sitio que creía mi destino definitivo donde sedentarme y descansar, y justo en la misma entrada, me cruzo con otro tipo que sale y que, de forma extraña y enigmática, se parece muchísimo a mí.
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La desgracia tiene una puerta de entrada con la que uno se da de bruces y otra de salida que hay que buscar. Con la felicidad pasa todo lo contrario.
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Ese gran poeta que nunca ha escrito nada, apenas se ha movido, ni una palabra; sólo un notable suspiro y, aun así, el temor a ser excesivo.
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La vida sin amor, sin amistad, sin dinero, sin libro, sin casa, sin pan y en fin, póngase lo que se quiera, es un inconveniente innegable, pero sobrellevable con un mínimo de resistencia que se tenga. Sin embargo la vida sin humor es, sencilla y llanamente, un desierto insoportable e insufrible. Pensándolo bien, los estoicos eran, en realidad, grandes humoristas.
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Patriota, hincha con un estadio más grande y el mismo rigor intelectual: ninguno.
J.M.U.
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