Hizo de todos sus tropiezos una
bella coreografía.
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Donde muere lo obvio nace el
poema.
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Mi tiempo se ha dejado crecer un ridículo bigote.
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Esa feliz casualidad de
encontrarse, después de tantos años, con uno mismo.
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Las O de Jorge Oteiza, ¿son vacíos
metafísicos?
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Es verdad lo que se dice de que
no hay perro que no se parezca a su dueño: el perro del cantante ladra fino, el
perro del poeta ladra en verso, y el perro del mudo ladra con el rabo.
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Se le subió tanto la fama a la
cabeza que ya no deja de morderle las orejas.
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Un amigo mío, tras leer el
Fausto, me pregunta:
-
¿Venderías tu alma al diablo?
-
No puedo –le respondo-, ya se la he vendido a Bankia.
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Por el centro de mi paciencia discurre una falla que a menudo se tensa peligrosamente.
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Conozco a un genio al que todas
las ideas elevadas se le ocurren sentado en el retrete.
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Hegel es un petardo insoportable.
(Pensamiento inconfesable de todos los hegelianos).
Juan Manuel Uría
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