Son tiempos de memoria histórica. Nadie recuerda ni busca dónde está tu tumba, dónde reposan los huesos cuya carne, según dicen, fue privada de su piel cuándo aún contenía un ser vivo. Andrés Nin, doblemente olvidado, por el bando de los vencedores y de los vencidos. Es la suerte de los heterodoxos, ser doblemente vilipendiados, por aquellos que identifica como enemigos y por los aliados a los que critica. Décadas después lo dijo un cantautor francés, creo que Brassens: a los hombres no les gusta que uno tenga su propia fe. Pero, Andrés, los hay que seguimos preguntando dónde estás.
(Carta enviada por Emilio García García al País de hoy)
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