Enfermo de noches demasiado amargas
Amargas sombras
Sobre el crudo muro pujando a porfía
Los perros ladran la inasible distancia
Vino del sueño en el cántaro del cráneo
Y en el mantel puesto por huesudas manos
Manos que recogen de otras manos ramas muertas
Originan diluvios en vidas sin solución
Manos que llevan la palabra a la boca del niño
Conducen al niño a la boca del día
Día tapizado de fuego que roza la audacia de las primeras veladas
O se aferra crispado a la cuerda salvavidas
Tú cantas canciones de cuna con tu lengua de luz
En el frescor de las noches miopes envueltas en los pañales del viento
Madre de las canciones degolladas en la ola ahogadas
Tu mano sabe agitar tanto frágil lenguaje
Que los despojos de los recién nacidos en las eternidades del sueño
Acunen a su vez al mundo en el hueco de la ola que canta
Mientras en el fondo ya nevado de tu juventud
Tus ojos renacen en la sangre de las cálidas interrogaciones
Tristan Tzara.
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